23 mar 2011

Desde Irlanda con amor

En este periplo viajero ya he pasado por Inglaterra y ahora está en Irlanda y, desde que comencé el viaje, los tramos de este puente se han hecho sobre papel; quizá menos invisibles, algo más tangibles, pero puede que también menos mágicos.
No sé si estoy más cerca de ti o más lejos cuando estoy lejos de casa; lo que sí puedo decir es que ha sido aquí donde te han recuperado mis sueños.
A ti, que has vivido más en ellos que junto a mí, que has sido el estímulo constante de mi búsqueda más personal, interna y profunda, te había perdido hace tiempo y ha sido aquí, en estas lejanas tierras, donde te he recuperado, donde mis sueños han vuelto a verte y a recoger tus palabras y donde puedo volver a decir: Por favor, no te vayas; sigue al menos en mis sueños y háblame de ti para que nunca olvide la esperanza de tu regreso.
Apenas nadie conoce mi pasión por ti; cuantos la conociesen pensarían que desvarío, que me quedé atascada en un pasado que no tiene futuro, que cierro mis puertas a la vida que tengo por delante y que he de cerrar la que descubrí contigo para seguir viviendo. ¿Seguir viviendo? ¿UHMM?
¿Por qué ese seguir viviendo ha de suponer que dejaste de hacerlo en algún momento?
Firmo y rubrico que a cualquiera que preguntase cual sería la mayor aspiración que podría tener en la vida, si me contestase sinceramente, pero con esa sinceridad que es absoluta e incuestionable, me contestaría que el amor verdadero; ese que se escribe con mayúsculas y no tiene sinónimos porque nada le iguala ni se asemeja. Y yo lo conocí, lo sentí, lo acaricié y lo sufrí.
No cierro mi vida a nada más; solo es que esa experiencia ya la tuve y cuando se ha experimentado algo plenamente y se ha comprobado su veracidad, no se sigue repitiendo el experimento.
Lo que resulta extraño en este mundo es decidir mantenerse en algo que aparentemente no está; pero eso solo se piensa cuando se cree que el amor es algo externo, algo que te embarca en una relación cuando la realidad es muy diferente. El amor es algo interno que, cuando ha surgido, permanece al margen de la ausencia o presencia de aquel por quien fue descubierto.
Descubrí mi amor contigo; contigo se hizo posible y encajó en ti como una pieza única que solo puede ser engarzada en un soporte único y, de algún modo, cariño mío, es como si al margen de nosotros mismos, esa joya ya existe por sí misma para siempre.

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