15 feb 2011

La Odisea

Anoche pasaron en la tele La Odisea; era tarde y lo razonable es que me hubiera acostado, pero no lo hice. Soy muy poco razonable para mí misma, para mis decisiones. Y me quede a verla porque si hay algo que sé que soy es una Penélope y ella, la recreada por Homero, es el adalid de todas las Penélopes; de todas las mujeres que siguen creyendo y esperando el regreso del esposo; aunque todo lo razonable parece decir que eso es imposible y que todo está en contra.
En estos años he conocido otras Penélope; he sido otras Penélope.
He llorado frente a un muelle que me asomaba al inmenso mar de la mente del mundo por el que espera que llegaran noticias tuyas y he creído volverme loca con todo lo visto y descubierto y lo que no encontré.
He sido la Penélope sentada en una estación esperando que alguien tenga tu rostro, que aparezca en mi vida el que un día se fue, esperante que espera y se consume en la espera.
He sido una partícula que se ha visto separada de su partícula gemela cuando esta otra pareció ser tragada por un agujero negro; que recibe como un eco lejano, señales de radio que trasmiten que sigues vivo, que no llegaste al punto sin retorno aún, que aún no has sido digerido por la densidad del olvido; que aún tienes la fuerza necesaria para hacerme llegar  alguna onda; una Penélope tan preocupada por percibir alguna señal tuya que no se mueve de ese horizonte límite por temor a perderte del todo.
Pero sobre todo, de la forma en que más Penelope he sido, ha sido siendo la esposa de Ulises; sigo viviendo en Ítaka y sigo apostando por tu regreso; aunque hayan pasado tantos años.
Mi telar es de papel, de cristal, de imágenes; la urdimbre son millones de palabras escritas para ti, por ti, contigo; el diseño de mi labor es multicolor, porque múltiples son las emociones y lo que comparto contigo; el amor, la fe, la esperanza, las mismas que ella. De todas las Penélope que conocí, esta es mi verdadera heroína, porque ella trabaja a favor del tiempo; no lo detiene, no se queda paralizada en el pasado, no sucumbe a la tristeza. Y porque es la única que ve retornar al amado esposo y está en condiciones de recibirlo; porque es la única que no se ha alimentado a sí misma de lo que él dejó, sino que ha creado algo nuevo para seguir esperando, para darle la oportunidad de volver.
Por eso escribo; por eso te escribo; por eso, a pesar de los años transcurridos, sé que nos volveremos a encontrar. Sé que volverás.

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