31 ene 2011

La complejidad de las emociones

Voy a tratar de explicarte un ejemplo de su complejidad. Uno muy reciente; de hace solo un rato.
Entre las cosas que quería hacer esta noche estaban escribirte, dar un tablón más a este virtual puente, seguir en La leyenda y preparar el trabajo que una amiga me pidió que le hiciera, un informe sobre el control emocional.
Evalúo las distintas opciones y decido empezar por ese trabajo; me meto de lleno en él hasta que se me agotan los recursos y el cansancio hace mella, así que decido acostarme. Pero, en eso, aparece la primera emoción: me siento culpable de no haber atendido lo demás; me pregunto si no debía haber establecido otras prioridades y el sentimiento de culpabilidad por haberos abandonado a ti y a La leyenda va cobrando fuerza. Ese sentimiento, que es más una emoción que un sentimiento,  deprime, me hace sentir mal conmigo misma, hace que me censure y genere decepción por mí misma.
He estado escribiendo en ese trabajo de los procesos físicos del stress emocional y detecto que aunque aparentemente estoy bien, mi pulso se ha acelerado, mi corazón late más rápido y se producirá un círculo vicioso.
Detengo ese estado, respiro con calma y expreso en voz alta mi pensamiento. Siento que me he defraudado; que, una vez más, he dejado de lado lo que debería ser más importante; que he creado un compromiso conmigo misma que no he sido capaz de cumplir; siento vergüenza de mi proceder. Esas son las emociones que encuentro en mí. El análisis racional me dice que lo único que he hecho ha sido valorar la emergencia de cada caso  y que, obviamente, hay un plazo muy corto para la entrega de ese trabajo y no sé cuanto tiempo me costará de realizar; era lógico acometerlo de inmediato y sin dilación.Pero ¿Ha sido realmente esa la causa de la conclusión  o ha sido mi afán protagonista que ha visto en ella el medio de explayarme de la prolongada observación de esos estados de ánimo?
Concluyo que no lo sé con seguridad y me quedo perdida en esa disyuntiva. Lo mejor que se puede hacer cuando no se es capaz de resolver un conflicto solo, es pedir ayuda. Y lo he hecho; me he encomendado a mi ángel y le he pedido ayuda para discernir con buen criterio y poner remedio si había actuado erróneamente en realidad.
Pocos minutos después, a Sally (nuestra perra) le ha dado un nuevo ataque de epilepsia y he tenido que levantarme a atenderla  y, ya sabes cómo pienso, no he podio evitar relacionarlo con mi petición. De repente tenía que salir de la cama, despejarme y mantenerme despierta por si le repetía (le han dado varios) y he pensado que, mis emociones eran ciertas, que ese sentimiento de culpabilidad no devenía de una idea irracional, sino de la realidad. O quizá, si sea irracional porque no se corresponde al análisis racional, lo cual no la hace menos real.
Lo que me hace pensar esto es que no hay malas y buenas emociones; que, al fin, las emociones nos están dando a conocer que existen unos problemas más profundos que son los que desencadenan esas emociones y que son esos los que hay que localizar, indagar, desmenuzar. Ya no es una cuestión de emociones confusas interpuestas, sino de la estructura que le damos a nuestros pensamientos.
El verdadero análisis racional debería haberme indicado que era normal que sintiera esa culpabilidad porque ella me estaba alertando que había dejado de lado un compromiso. Digamos que, en el momento de hacerlo, se crea un archivo en mi mente que, como una alarma, me avisará de que pasa el tiempo y no lo activo. Yo oigo esa alarma, soy consciente de que no la he atendido, pero lo que hago es quejarme, justificarme, dar por válido el incumplimiento.
El conflicto ha surgido realmente porque ese incumplimiento no deriva de una emergencia, sino de una elección.
Si yo no hubiera venido a escribirte porque a sally le empiezan a dar ataques y la tengo que atender me habría encontrado ante una situación imprevisible que me impide realizar lo que pretendía; pero si yo ELIJO hacer otra cosa, estoy dejando de lado conscientemente lo otro.  Es normal que surja la culpabilidad porque he actuado mal; he obrado en contra de mis propios principios.
Lo que quiero decirte con todo esto, adonde voy, es al meollo. Cuando intentas analizar los registros de tus actitudes hay que tener mucho cuidado para no caer en la autojustificación; hay que ser metódico, exhaustivo y estar dispuesto a llegar a la verdad, sea cual sea esta. Y partir de un verdadero deseo de mejorar tu vida.
Continuaré......

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